el cuento de

El oso exitoso

Gerardo Salvador Comino

Tras el atracón de miel, y relamerse uno a uno los dedos, don Oso estaba en disposición de echarse una buena siesta en su lugar favorito del bosque.

Cuando ya casi estaba dormido, oyó un montón de pequeñas vocecillas que pasaban cerca de su nariz.

  • ¡Vamos, vamos! – decían –. ¡Más deprisa!
  • ¿Pero dónde vais con todo eso? -Preguntó don Oso a una de las innumerables hormigas.
  • Nos afanamos en almacenar comida para tener alimentos durante el invierno – Contestó una de las hormigas –. Ese es el secreto de nuestro éxito.

Don Oso ya no pudo dormir pensando en el éxito. Él también quería tener éxito. Y por supuesto, quería tener una despensa llena de comida durante el invierno.

Así que, renunciando a su siesta, buscó una cueva en la parte más alta de la montaña, y almacenó en ella bellotas, castañas, nueces, setas, raíces, bayas y frutas.

 

Cuando bien repleta la despensa hubo dejado, pensó que se merecía un buen descanso, pero poco antes de que pudiese emitir su primer ronquido, un graznido seco le sacó de su aletargamiento. Salió de la gruta, y allí encontró un flamenco muy rosado.

  • ¿Quién eres tú y que haces aquí en la montaña? – Preguntó Don Oso.
  • Me he separado de mi grupo y estoy perdido. – Contestó el flamenco mientras miraba un mapa.
  • ¿Y a dónde te diriges?

Don Oso estaba muy maravillado porque no había visto nunca un pájaro rosa apoyarse sobre una pata para descansar.

  • Voy hacia los humedales del sur, cerca del mar. Un lugar cálido y agradable. Los animales más privilegiados y exitosos vivimos allí.

Don oso quería también ser un animal exitoso. Así que, empaquetando algunas cosas, descendió cientos de kilómetros desde las altas montañas, hasta que el sonido de las olas del mar llegó a sus oídos. «¡Qué maravilla! En esta playa nunca pasaré frío», pensó cuando vio la costa.

 

Muerto de cansancio por la caminata, se tumbó en la arena a dormir. Pero apenas hubo comenzado a soñar, le despertó el sonido de algo que se arrastraba sigilosamente. Abrió los ojos, pero no vio nada más que arena y conchas de caracolas.

Volvió a cerrar los ojos, y el misterioso sonido se reanudó. Molesto, observó con atención comprobando de nuevo que solo había arena y conchas de caracolas a su alrededor. ¡Pero atención! ¡Una concha de caracola se movía sola!

  • ¿Estaré soñando? – Pensó don Oso.
  • De eso nada – Contestó la caracola mientras salían patas y ojos de su interior –. Soy un cangrejo ermitaño y vivo dentro de esta caracola.

Don Oso nunca había visto nada igual. El cangrejo ermitaño le dijo orgulloso.

  • Yo siempre voy con una buena protección, y aquí duermo y vivo. Mi éxito es estar bien protegido.

Don oso quería ser exitoso, pero las caracolas de la playa eran todas muy pequeñas como para meterse en una de ellas. Así que se puso a inspeccionar en las dunas cercanas, hasta que encontró una embarcación de pesca abandonada. Dándole la vuelta, se ocultó debajo de ella haciéndola servir de caparazón.

 

Ya estaba tan contento con su protección, cuando vio acercarse a un zorro que portaba una gallina en la boca.

El zorro dio un respingo asustado, porque no se imaginaba que debajo de aquella barca abandonada, iba a aparecer un oso tan enorme.

  • Señor Zorro ¿Me podría usted decir cómo ha conseguido hacerse con esa gallina?
  • Las robo cada noche de aquella casa – Contestó sin haberse todavía repuesto del susto el zorro -. Y así no me tengo que preocupar de cazar o pasar hambrunas. El secreto de mi éxito está en tener siempre comida fresca disponible.

Don oso quería ser exitoso. Él no tenía garantizada la comida, de hecho, pensó que hacía mucho tiempo desde la última vez que comió bien. Y se tocó la barriga sintiendo una gran nostalgia de la rica miel que tomaba cuando vivía en el bosque.

Dejó la barca de pescadores con la que se cubría, y buscó algún lugar en el que siempre tuviese comida disponible.

Al rato, encontró un huerto de cebollas. ¡Y que bien olían! Comió y comió hasta que sació por completo su apetito. Se sentía tan pesado por comer tanta cebolla, que decidió tumbarse allí mismo a descansar, y en esa acción, cometió un grave error…

 

No hubo ni empezado el primer sueño, cuando el dueño del huerto de cebollas apareció con una escopeta.

  • ¡No dispare! – Gritó don Oso dándose cuenta de su peligrosa situación.

Pero el campesino hizo sonar su escopeta como un cañón. ¡PUM!

Cuando don Oso abrió los ojos mucho tiempo después, ya no había cebollas a su alrededor. Estaba en un hospital. Una veterinaria le curaba la herida de bala en una de sus patas.

  • Suerte tienes que el campesino no te haya disparado una segunda vez. – Dijo la veterinaria -. No hay más éxito en la vida que tener una buena salud.

Así que cuando don Oso se recuperó por completo, y pudo abandonar el hospital, se preguntó cómo podría tener salud para ser un oso exitoso.

Ni corto ni perezoso, recorrió muchos kilómetros para averiguarlo, pero harto de preguntar a unos y otros, se acabó quedando dormido al lado de un lago.

 

Al segundo ronquido le despertó el sonido de una música. Observó atentamente, y en la superficie del lago, vio una pareja de cisnes danzando elegantemente.

  • Amigos cisnes ¿No sabríais decirme como un oso que busca ser exitoso podría llegar a tener una buena salud?

Y le contestaron.

  • ¡Baila y diviértete como nosotros! ¿De qué te sirve la salud si no te diviertes?

Don Oso naturalmente quería ser exitoso. Así que intentó seguir el baile de los cisnes, pero no tenía un cuello tan largo, no flotaba con suavidad, sus enormes brazos peludos no se parecían en nada a alas, y cuando daba vueltas se mareaba haciendo caer su pesado cuerpo al suelo. Así que acabó muy dolorido.

Los cisnes se reían de él, y ya no se sentía con fuerzas para continuar esa extraña danza. Se alejó de aquel lago, y caminó, y siguió caminando, y de tanto caminar se perdió. Resopló. Giró. Saltó. Y… «¡Un momento! ¡Huele a miel!»

 

Así era. Un delicioso aroma a miel le llegaba hasta su nariz. Y sintiendo un deseo irresistible, se dirigió hacia el origen de ese olor.

Pero no era el único en el bosque que tenía buen olfato. Otro oso mucho más grande estaba allí tumbado zampándose la miel.

  • ¡Bienvenido amigo! – Le dijo el otro oso -. Hay miel suficiente para ambos.

Compartieron la comida y charlaron, y don Oso le contó con tristeza su viaje infortunado en busca del éxito.

Cuando hubo acabado de relatarlo, el otro oso se rio con tanta fuerza, que hasta las hojas de los árboles temblaron.

 

  • Amigo – Inspiró para llenar sus pulmones con todo el aire que pudo -. No conozco a un solo oso de este bosque que haya almacenado alimentos suficientes para pasar un invierno, que haya visto un flamenco apoyarse en una sola pata, que haya viajado solo desde las montañas hasta el mar, que haya conversado con un cangrejo ermitaño, que haya dormido debajo de una barca, que haya imitado la astucia de un zorro, que haya comido cebollas de un huerto, que haya sido herido por una escopeta, que se haya recuperado en un hospital, que haya visto una extraña danza de cisnes, y que haya regresado al bosque para poder contarlo.

Y tras eso, volvió a inspirar profundamente, pues eran tantas cosas las que había hecho don Oso, que casi se ahoga al contarlas.

Don Oso no entendía lo que le quería decir.

 

  • Amigo – Dijo levantando sus enormes brazos hacia don Oso -. ¡Eres el oso más exitoso que he conocido nunca!

Así que don Oso, sorprendido, comprendió que su búsqueda había terminado. ¡Era un oso exitoso!

 

Ambos se hicieron buenos amigos, y yo me he quedado contento, de poder contarte este bonito cuento.

Fin

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