Sostenibilidad es un término tan vasto que se convierte en inabarcable. Autodenominarse experto en sostenibilidad se me antoja más parecido a acercarnos a la figura de un polímata, al estilo de Leonardo da Vinci, que a un cargo remunerado en un organigrama empresarial tradicional.
Al igual que da Vinci supo manejar con solvencia áreas tan dispares como: arquitectura, botánica, ingeniería, medicina, urbanismo o poesía, el supuesto experto en sostenibilidad debería ser alguien con soltura en: economía, química, medioambiente, ciencias sociales, derechos humanos, arquitectura o energía, por citar algunas áreas.
La sostenibilidad no va de salvar el planeta
Muchas veces observo como el término sostenibilidad parece acercarse más al concepto de salvar el planeta, que al de salvarnos a nosotros mismos. Este frecuente error nos hace creer que el bien es para un tercero, cuando en realidad la sostenibilidad implica nuestra propia subsistencia como especie.

El caso del Mar Menor
Un ejemplo muy claro de lo anterior es la tragedia ocurrida en el Mar Menor (España), un lugar en donde el desbalance entre el enorme y fructífero crecimiento económico del sector agrícola, ha condenado la economía ligada al turismo de esta albufera. Piensen que el sector turístico en Murcia suponía en el año 2018 el 11,4% del PIB, del cual, el Mar Menor, concentraba un 70% del mismo con 35.000 empleos dependientes directamente de este enclave. ¿Piensan qué no había ya avisos de algún experto en sostenibilidad sobre lo que podría ocurrir?
Ya en 1980, García Dory y Maldonado Inocencio, señalaron que, si bien los cultivos del Campo de Cartagena se iban a ver favorecidos por las obras del trasvase Tajo-Segura (transformando en regadío 70.000 hectáreas de las 86.700 hectáreas totales) el equilibrio ecológico del Mar Menor podría verse en entredicho como consecuencia.
Y así ha sucedido 20 años después. La utilización de pesticidas y abonos químicos, entre otras cosas, ha acabado por corromper, no solo el medioambiente, sino la propia economía turística de la zona, afectando a las miles de empresas que dependen de tener una buena temporada de verano para subsistir.
¿Ven ahora la relación entre: sostenibilidad, medioambiente, economía y sociedad?

¿Qué debería hacer el experto en sostenibilidad para evitar repetir episodios como el del Mar Menor?
1. Considerar en todo momento la emergencia climática
Primero de todo, ser consciente de las dimensiones del problema y de la madre del cordero: La emergencia climática.
Del mismo modo que la explotación agrícola no sostenible ha sido consecuencia directa del daño al Mar Menor, las emisiones de gases de efecto invernadero, están siendo consecuencia de cambios: medioambientales, sociales y económicos en todo el planeta.
El problema es tan enorme, que es imposible no verlo, pero tan complicado de solucionar como sacar al elefante de la habitación. Es por eso que la visión y buenas intenciones se tienen desde hace muchos años por parte de: gobiernos, empresas y ciudadanos, pero faltan poner en marcha los planes para que el elefante acabe saliendo definitivamente y no siga siendo un tema que todos conocemos pero que pocos se atreven a abordar.
¿Por qué? Pues porque si se ponen mecanismos reguladores para proteger los pozos de agua subterránea y la eliminación de abonos químicos (caso del Mar Menor), estaremos perjudicando el crecimiento económico de los agricultores. Si se ponen mecanismos de protección para que se pueda usar cualquier tipo de abono y regar con agua del trasvase, a largo plazo estaremos condenando los ecosistemas colindantes.

2. Acciones concretas en lugar de grandes visiones
No aplicar únicamente la visión, sino bajar a acciones concretas. Piensen que desde la primera Cumbre Mundial del Clima en 1995 (en la que ya se acordó que debíamos de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero) han pasado ¡26 años!, y en ese lapso de tiempo, aunque algunos países han logrado significativas reducciones, en el conjunto global, ha sucedido justamente lo contrario.
Y no vale señalar a China, pues la mayoría de los bienes que consumimos los producimos en Asia. Incluidos los módulos fotovoltaicos que nos proporcionan «energía verde» en Europa.

3. Tomar decisiones a largo plazo
Es decisivo asumir como experto en sostenibilidad, que mejorar en esta materia no se trata de trabajar un problema sencillo con solución rápida, sino realizar un ejercicio de gran complejidad con soluciones en su mayoría a largo plazo, que para más inri, no siempre son claras y están llenas de pequeños matices que nos hacen dudar continuamente acerca de cual es la decisión correcta.

Caso práctico del dificultoso camino de escoger la opción más sostenible
Imagínese que usted es experto en sostenibilidad empresarial y una cadena de establecimientos le da la tarea de elegir la bolsa más sostenible de entre estas cuatro opciones: Tela, papel, compostable o plástico. ¿Cuál de ellas diría que es la más sostenible?

– Bolsa de tela
Seguramente muchos de ustedes han pensado que es la de tela. En mi caso particular es la bolsa que utilizo en mis compras y la que suelo llevar. Es resistente, pesa poco y la puedo reutilizar miles de veces. Por contra se habla de que habría que reutilizarla 20.000 veces para que se equiparase en su huella de carbono a una de plástico convencional, por no hablar de su alta huella hídrica, y de la cuestionable mano de obra empleada en la recolección del algodón. Si su cliente ya tiene un par de bolsas de tela en casa, darle una más puede ser una acción muy poco sostenible.
– Bolsa de papel
He llegado a ver como el Ayuntamiento de Elche citaba en marzo de este año que las bolsas de papel que iban a usar en una campaña para fomentar el reparto de comida a domicilio eran 100% ecológicas.
Entendamos que esas bolsas, si son 100% ecológicas, deben de ser bolsas que no sean perjudiciales para el medio ambiente, sin embargo, para producir una bolsa de papel debemos pasar por: talar árboles, consumir agua, procesar el papel en un ciclo muy demandante de energía, y transportarlas (con el agravante de que al ser más pesadas que las de plástico, la energía requerida es mayor). Aunque fuesen de papel reciclado, este habría sido, de nuevo, un proceso con una alta demanda energética y poco ecológico en general, con la puntilla de que son muy poco duraderas.
– Bolsa compostable
El problema de la bolsa compostable es que no disponemos todavía de compostadoras industriales en la mayoría de los municipios, que son los lugares diseñados para descomponer por completo este tipo de material. Tirar la bolsa a un huerto de naranjos y pensar que se va a convertir en abono, es una falacia.
Al final estas bolsas acaban, al igual que las de plástico normal, en vertederos o incineradoras, así que su futuro no difiere del que sufre un plástico convencional.
– Bolsa de plástico
Este es el auténtico demonio. La visión de miles de fragmentos en los océanos, la alerta de que ya tenemos micro plástico en la orina y la placenta, las imágenes de animales marinos ahogados por este material, y la gran cantidad de fragmentos de plásticos que se diseminan en todas las costas, han puesto el foco en que es la opción menos sostenible. Yo mismo doy fe de que junto con las colillas, ha sido uno de los residuos que más hemos encontrado en las playas.
Sin embargo, si las reutilizáramos tendrían mucha durabilidad, y con un buen proceso de reciclaje acompañado de una acción consciente ciudadana, haría que estuviesen en el podio de materiales más adecuados, pues su ligero peso hace a su vez que se consuma mucha menos energía en su transporte.
La solución al dilema de las bolsas
Sinceramente, si alguien tiene la respuesta, le ruego que me escriba con el argumento, pues en mi caso, cuanto más profundidad adquiero en el análisis, menos claro tengo cuál es la solución. Reducir y reutilizar parecen ser las mejores consignas a aplicar en su día a día como experto en sostenibilidad empresarial.

El experto en sostenibilidad no hace greenwashing
Y un último consejo, hagámonos el favor a nosotros mismos de no hacer greenwashing. Poner en nuestras redes sociales lo preocupados que estamos por la sostenibilidad mientras:
- tenemos el último modelo de móvil,
- cambiamos de coche con frecuencia,
- vestimos ropa nueva cada año,
- compramos continuamente productos producidos a varios miles de kilómetros,
- usamos la climatización continuamente en lugar de aislar bien o ponernos la ropa adecuada para cada época del año,
- …
No es en absoluto coherente con el mensaje que queremos transmitir.
Totalmente de acuerdo Gerardo: parece que cuando hablamos de sostenibilidad es algo que no va con nosotros. Son las grandes lo potencias mundiales las que tienen que tomar decisiones y nos encargamos de criticarlas , sin embargo a nivel personal no estamos dispuestos a renunciar a nada que nos impida incomodidades ante el estado de bienestar en el que nos movemos. Ayer mismo escuchaba la noticia de que quieren prohibir fumar en las playas y ahí tenemos a los fumadores poniendo el grito en el cielo.
Gracias Gerardo por tu artículo porque sin duda es una reflexión que hace a uno/a pensar
Aquí ya se han hecho algunas acciones para prohibir fumar en las playas, de hecho en muchas está prohibido. EL problema que estamos teniendo es que hay fumadores a los que no les llega el mensaje (no se si porque no se enteran o porque no se quieren enterar). El pasado verano ha sido frecuente ver a personas fumando en playas, y lo que me parece todavía peor, dejando los restos de colillas en la arena. Lo bueno es que hay varios colectivos implicados en dejar las playas libres de humo, tanto en Cataluña como en Comunidad Valenciana, que espero que contagien a los demás.